sábado, 31 de diciembre de 2016

Me valgo del título de un libro para nombrar este artículo, pero si buscamos una razón que explique y describa el estado actual del país, esta es la mejor premisa que puede haber. Es lamentable ver que así como comenzó el 2016, este terminará manteniendo la tensión y el estrés generalizado en el que viven los venezolanos a causa de la crisis económica en la que vivimos.

¿Qué ocasiona esta tensión continua? Por mencionar algunos elementos, de acuerdo a la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) la economía venezolana se contrajo en un -9,7 %, y según sus proyecciones, en el 2017 será la única economía en la región que decrecerá. Los cálculos del Fondo Monetario Internacional (FMI) indican que la inflación en el 2016 cerrará por encima del 500% y el próximo año el pronóstico para nada alentador es que se situará por en encima del 1000%. El CENDAS nos habla que para noviembre la canasta alimentaria si situó en Bs. 381.032,38, mientras que la canasta básica para octubre estuvo en Bs. 440.008,57, todo contando con un salario mínimo de Bs. 27.092,10.

Si de culpables se trata, no podemos encontrar a más nadie que al gobierno y sus intentos por preservar un modelo político y económico obsoleto, fracasado y colapsado. Buscar por parte de ellos en la caída de los precios del petróleo la razón del difícil año que tuvimos no es más que un inútil pretexto; tenemos que hacer conciencia que el modelo rentístico no colapsó en la actualidad, colapsó en la década de los 80 y todo indica que no pudimos aprender de esos errores. Y justamente por seguir manteniendo esa mala forma de dirigir un país hemos sumido a la gran parte de Venezuela en un estado de pobreza; si lo queremos reflejar en números, según el Banco Mundial (BM) una persona que vive con un ingreso de 2 dólares estadounidenses al día está bajo el umbral de pobreza, haciendo un pequeño uso de las matemáticas, si el ciudadano venezolano en promedio percibe el sueldo mínimo de Bs. 27.092,10 y el dólar según la tasa DICOM está en Bs. 673, este ciudadano percibe un ingreso de 1.34 dólares al día.

Lo peor del caso es que esto es todavía irreal, pues en la calle es mínima la posibilidad de conseguir productos importados a esta tasa y mucho menos a Bs. 10 del DIPRO (que ni vale la pena mencionar), la realidad es que los productos son marcados bajo un dólar negro que supera con creces las tasas oficiales del país. Pero volviendo al tema de las acciones del Estado, este para enfrentar la actual crisis económica sigue repitiendo las mismas recetas erróneas, en un año donde el Estado venezolano necesita crear estabilidad en sus cuentas, hemos visto una expansión del mismo como nunca, que no hace otra cosa que acrecentar la crisis; en vez que contraer su participación en la economía y en otras áreas en la sociedad, ha buscado intervenir aún más, creando más control, más regulación y mayor discrecionalidad al gobierno, lo que termina por entorpecer la vida de los ciudadanos.

En su “lucha para combatir la pobreza”, que vale destacar ha ido en aumento, profundiza las relaciones paternalistas y el clientelares entre los ciudadanos y el Estado. No es descabellado pensar que le conviene la situación actual, pues ellos –El gobierno- se hacen ver como el dador de toda buena dádiva, los únicos con que se puede salir de la crisis y por lo tanto los necesarios en la vida de todo ciudadano. Entonces, si esto está mal, ¿Por qué sigue ocurriendo? 

Lastimosamente, porque hay personas que lo necesitan, mejor dicho, piensan que lo necesitan pues así se lo han hecho creer. Pero tenemos que dejar en claro una premisa básica, el Estado no puede ocuparse de todo, no debe intervenir en todas las áreas de la sociedad y por ende no debe encargarse de “satisfacer” todas las necesidades de la población. Pongo entre comillas la palabra satisfacer pues parece que en el ideario del venezolano esta superestructura llamada Estado, debe tener todas las funciones y atribuciones posibles para que hagan todo y nos den todo. Esto ha sido así desde siempre, nos valimos de un modelo rentista para costear la vida de toda una población y aunque ya causó la crisis económica en el siglo pasado que a terminó por justificar la llegada al poder del actual gobierno, volvimos a repetir los hechos. Y esto es un hecho que necesitamos hacer referencia, en Venezuela no se discute con propiedad si en nuestro país el Estado debe intervenir o no en áreas específicas, sino cuanto debe intervenir el Estado en esa área, ya damos por sentado que este debe hacer todo lo que se nos ocurra incluso, y que debe ser el protagonista de todas las decisiones que se toman a lo interno.

En casos concretos vemos como se esto se presencia, en la mentalidad venezolana se justifica que el Estado deba “darle” a las personas más vulnerables como medida para salir de la pobreza por ejemplo, sin embargo, el tema de la pobreza no es que tú le des a la gente sino que ellos no necesiten que tú le des; al Estado le corresponde crear condiciones más favorables para que la pobreza como problema social pueda ser atacada en conjunto con otros factores de la sociedad venezolana. Sobre este caso, el Estado debe velar porque las personas puedan acceder a los servicios públicos que presta porque es más eficiente socialmente que él lo haga.

Dicho de otro modo, ¿Por qué tener un Estado que administra hoteles, areperas, cadenas de supermercado, fábricas de helados y pañales, cuando el sistema sanitario del país está colapsado o nuestra tasa de homicidios es de 91 por cada 100 mil habitantes? De nada sirve tener un Estado que reparte dinero a la población y cuando no pueda hacerlo la persona beneficiada vuelva a la misma situación inicial, y este es el escenario que estamos volviendo a vivir. Sencillamente, si tenemos un Estado que está quebrado la sociedad que depende de este estará quebrada. No hemos podido construir un modelo de desarrollo sustentable, que no obedezca a coyunturas sino a planes a mediano y largo plazo, que pueda sobreponerse a situaciones adversas y que los ciudadanos vivan y no sobrevivan.

Sin duda alguna parece difícil desmontar el modelo paternalista, clientelar y rentista con el cual hemos vivido, esto se debe a que no hemos entendido que El Estado se debe a nosotros y no nosotros a Él. Quienes están en el poder han sido puestos por nosotros y se deben a nosotros, cuando toman una decisión no nos están haciendo ningún favor, cuando se ejecuta un presupuesto no se debe a sus buenas intenciones, ellos fueron electos para ser nuestros representantes. Necesitamos romper esa mentalidad de ser mantenidos y comenzar a transitar hacia la mentalidad de ciudadanos activos, diligentes, que demandan y exigen a sus gobernantes el cumplimiento de políticas públicas bajo un criterio racional.

Ciudadanos que juzgan sobre lo que haga o no haga el Estado y que nuestras decisiones tengan peso sobre esas actuaciones. Ser consientes para entender la necesidad imperante de construir una visión de país en conjunto, que no es tarea de unos solos, no solo del gobierno, sino de todos. Esto es justamente lo que decía Renny Ottolina, “un país se hace buscando cambios de actitud, cambios en los esquemas mentales”.

Tenemos que deponer la mentalidad de sobrevivencia a costilla del Estado y empezar a laborar nuestro propio camino a partir de nuestras habilidades y responsabilidades.

Post a Comment: